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11 de febrero: Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia
El 22 de diciembre de 2015, la Asamblea General de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) decidió establecer el 11 de febrero como Día Internacional anual para reconocer el rol crítico que juegan las mujeres y las niñas en la ciencia y la tecnología, a través de la Resolución A/RES/70/212. Puedes saber más en este enlace.
Desde ese año cada 11 de febrero tenemos una cita... Una cita para recordar que todos los seres humanos, de todos los géneros y sexos, tenemos las mismas capacidades, derechos y responsabilidades, y por lo tanto merecemos las mismas oportunidades y el mismo reconocimiento. Una cita para poner bajo el microscopio datos objetivos que nos ayuden a comprobar si ese ideal se ha alcanzado o todavía nos queda trabajo por hacer. Una cita para reflexionar sobre las consecuencias de este desequilibrio en nuestra sociedad y tomar las medidas necesarias para revertirlo: visibilizando a las mujeres científicas, del pasado y del presente, construyendo nuevos referentes y acabando con los roles de género fundamentados en estereotipos poco reales. Ojo, no se trata de meter con calzador en las cabezas de todas las niñas la idea de ser científicas, sino liberar esas cabezas de condicionantes y hacerlas libres para elegir.
Eso es lo que trataremos de hacer estos días desde multitud de plataformas. Yo, por mi parte, en este artículo quiero centrarme en algo que me parece fundamental: reflexionar sobre la importancia de construir referentes para las científicas del futuro, las niñas de hoy, y también para esos niños que serán sus compañeros en la aventura de la vida y, por lo tanto, deben reconocerlas como iguales.
Con el tapiz de la historia de la ciencia en la mano, voy a seguir uno de los hilos…
A través de él llegamos a 1935 donde una niña de 8 años llamada Joan acaba de llevarse la mayor decepción de su vida: “Las mujeres no pueden hacer ciencia porque sus cerebros no están preparados para ello” le ha dicho su madre. No hay maldad en sus palabras, sólo le está transmitiendo los roles de género que ella conoce, los que cree que mantendrán a su hija segura. Sin embargo Joan, de apellido Feynman, tiene un hermano mayor llamado Richard (a este seguro que lo conocéis) que le ha regalado un libro que le va a cambiar la vida. En él descubre a Cecilia Payne-Gaposchkin, una astrónoma que ha descubierto de qué están hechas las estrellas. El click suena en su cabeza, ya tiene un referente, allí está su modelo. Joan Feynman acabará descubriendo cómo se generan las auroras, entre otras cosas que os invito a descubrir aquí.
Nosotros vamos a viajar atrás en el tiempo con Cecilia, hasta la época en la que estudiaba botánica, física y química en Cambridge. Allí no podía graduarse por ser mujer, pero no tenía otra opción… ¿O sí? Un día descubrió que en Estados Unidos, había un lugar maravilloso, lleno de mujeres que se dedicaban a la astronomía: el Observatorio de Harvard. Eso animó a Cecilia que no dudó en hacer las maletas y cruzar el Atlántico para convertirse en una de ellas.
Las astrónomas del Observatorio de Harvard tenían su referente en María Mitchell, la primera astrónoma profesional de Estados Unidos, incluso algunas la habían tenido de profesora en el Vassar College, donde las había llevado por el mal camino de las noches a oscuras observando estrellas. María Mitchell había alcanzado la fama en 1847 al descubrir un cometa, el C/1847 T1, y lo hizo porque quería ser como Caroline Herschel, que a lo largo de su vida descubrió 8 cometas, entre otras muchas proezas astronómicas.
Podríamos coger cualquier hilo de este tapiz y encontrar numerosas historias encadenadas de mujeres, mujeres que se subieron a hombros de las que las precedieron, llegando cada vez más lejos, cada vez más alto.
Y si hablamos de altura, debemos recordar a Mae Jemison, la primera mujer negra que viajó al espacio. Ella nos recuerda que a veces los referentes no existen y hay que inventarlos, de ahí la importancia de romper moldes desde el mundo de la ficción. Mae Jemison encontró su modelo a seguir en la Teniente Uhura de Star Trek (1966).
En estos días veremos las redes rebosar de mujeres científicas, ingenieras, astronautas, del pasado y del presente, pero recordad que las del futuro, necesitan esos referentes los 365 días del año. Las mujeres tienen que ocupar su lugar en la historia de la ciencia, aparecer en los libros académicos, en los de ficción, en el cine, y no como una rareza, sino como una realidad.
Celebremos hoy, pero no nos olvidemos mañana.
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Texto: Patricia Libertad (Edición Blog - Equipo Nacional)